La existencia de la ciudad de Puno, ha sido motivo de particular interés para los estudiosos quienes han suscitado a través del tiempo interesantes controversias en un tema que siempre requiere de aclaraciones en base a la parte fehaciente y comprobable de la historia.
En el boletín del archivo sub-regional de Puno, titulado “CRONICA”, (año 01-1990-Nº 01), encontramos la siguiente cita:
“Obligación de Puno, REENCONTRAR SU HISTORIA: La Escuela y otros Centros de Educación, la tradición, la costumbre y probablemente el temor de reencontrarnos con la historia han omitido el análisis de los hechos tal como efectivamente sucedieron”.
– En el Artículo “¿Cuál fundación de Puno?” de José Luis Ayala, se encuentra el siguiente párrafo:
“Puno nació como ciudad española el 4 de Noviembre de 1668, dejando de ser poblado de indios y pastores; sin embargo, pese a los años transcurridos su partida de nacimiento no aparece ni en los archivos de la Real Audiencia de Lima, ni en Charcas, ni en el Virreinato de Buenos Aires”.
– En su Obra “Puno: Boceto Histórico”, Enrique Cuentas Ormachea indica:
“…Puno no tiene la ejecutoria de haber sido sede de algún agrupamiento histórico importante”.
– El Dr. Jorge Basadre, en su interesante obra “El Conde de Lemos y su Tiempo” con relación a los hechos sobre Puno expresa:
“El Virrey designó por capital de la Provincia al pueblo de Puno, dándole el título de bella y agregándole el nombre de San Carlos de Austria en homenaje al Rey Carlos II”.
– El Dr. José Antonio Encinas manifiesta:
“Era necesario reemplazar aquel pueblo destruido, señalar otro que fuese asiento de las autoridades, que lejos del oro debían conservar la paz en estas regiones. Fíjose para ello, el Virrey, en el pueblo de Puno, y así lo anunció en un bando que hizo pregonar el 03 de Noviembre de 1668”.
– El Dr. Emilio Romero, en su obra: “Monografía del Departamento de Puno” indica:
“El Conde de Lemos, señaló otro asiento para la residencia de las autoridades. Que lejos del oro debían conservar la paz en esas regiones”.
– Guillermo Iohman Villena dice:
“Dispuso que todos los habitantes se instalasen a una legua de las minas, en el caserío de Puno”.
– En su libro “El Conde de Lemos” Jorge Rosales Aguirre, se refiere de la siguiente manera,
“Dispuso trasladar a sus habitantes al caserío de Puno, fundado una ciudad a la que llamó San Carlos de Puno, donde dejó cincuenta hombres, para asegurar la tranquilidad en la pacífica región”.
– Rubén Vargas Ugarte S.J. en su obra “Historia General del Perú” T.III indica:
“Lemos deshizo la población de Laykakota y la trasladó una legua más al norte en el lugar ya poblado de Puno, que desde entonces se denominó San Carlos en homenaje al Rey Carlos II de Austria… La fundación se hizo el 09 de Setiembre”.
Para encontrar la verdad del origen de nuestra ciudad lacustre, el autor de la presente nota se constituyó en el Archivo de Indias de Sevilla para obtener una copia del Informe del Virrey Conde de Lemos al Rey Carlos V de España sobre lo que ha obrado en el asiento de Puno. Fechado el 27 de Diciembre de 1668 en el que de su puño y letra “da cuenta de lo que ha obrado en el asiento de Puno, que ha hecho de los culpables en las sediciones y alborotos del asiento de Laycacota, con cuya ocasión quedó el reino gozando de la paz y quietud que conviene”.
Da cuenta a su majestad sobre el miserable estado en que hallo ese reino, los disturbios de casi todas sus provincias, ocasionados por la sedición y alboroto del asiento de Puno, las muertes y robos que hubo desde el gobierno del Conde de Santisteban hasta que entro en esa ciudad.
Relata su estratagema para que Gaspar de Salcedo viajase a Lima y que habiéndolo concebido junto con Juan Salazar los puso presos en distintos cuartos del Palacio Virreinal con guardia y custodia para evitar que “con su influencias y fuerza del dinero” fugaran de las cárceles.
El mismo sustanció estas causas reservando su conocimiento como Virrey, Gobernador y Capitán General y para evitar la contienda de jurisdicciones pues estimaba que los que resultarán reos pertenecían unos a la audiencia de Chuquisaca en cuyo distrito cometieron también delitos, y otros por la misma razón pertenecían a la Sala del crimen de Lima.
A modo de justificación precisaba el Virrey que existían antecedentes jurídicos, puesto que del mismo modo procedió el Marqués de Guadalcazar en el año de 1624 en los disturbios que hubo entre Viscaynos y Extremeños, cuando entraron a matar a don Felipe Manrique, Corregidor de Potosí.
Da cuenta el virrey, que nombró cuatro asesores que fueron: don Diego Messia y don Álvaro Ocampo, oidores de la Real Audiencia de Lima, don Pedro de Ovalle Alcalde del crimen y de Don Diego de León fiscal protector y asesor general del español, todos a juicio del Virrey independientes “sin mezcla ni dependencia en esta materia” que se vio en público, para que tipificados los delitos sirviese el castigo ejemplar.
Los cuatro asesores oídas las partes, fueron de parecer que ambas causas, se recibiesen a prueba con el término de Puno.
En la sustanciación del proceso, se percató el Virrey de sus alternativas; si enviaba un Juez, se generarían nuevos disturbios y si dejaba de enviarlo, quedaban sin castigo “tantos y tan enormes delitos de muertes y robos, de haber perdido la reverencia al santísimo sacramento, a la justicia y a la total falta de respeto al apellido de su majestad que al escuchar su nombre prorrumpían en gritos manifestando que el Rey no era un hombre más que ellos.
Sostiene el Virrey que halló cuatro ministros de la Real Audiencia de Lima complicados en el proceso, puesto que habían escrito cartas de agasajo a Gaspar de Salcedo que los envanecieron y resultó ser el motivo de su osadía que debieron excusarse en el proceso lo que dio lugar a que Gaspar de Salcedo no llegara a comparecer en la ciudad de Lima al llamamiento del Conde de Santisteban, haciendo caso omiso a una prohibición que se despacho y cuya ejecución se encomendó al Licenciado don Andrés Flores de la Parra, quien por entonces se hallaba en la ciudad del Cuzco.
Es por todos estos inconvenientes que el Virrey resolvió ir en persona a aquellos asientos a castigar a los culpados y poner en posesión a los dueños legítimos de las minas a asegurar el respeto y la obediencia que se debe a los ministros y justicia de su Majestad el Rey.
Relata que muchas personas de celo por su salud y por su integridad física procuraron distraerlo de semejante intento argumentando que exponía por la mala calidad de los climas, rigurosos caminos y muy especialmente por la abundancia en estas tierras de hierbas y piedras venenosas por cuya causa habían perecido algunos prelados y que de suceder así, quedaría el reino en una mayor turbación debiéndose recelar por mayores en inconvenientes si se producía su falta o desaparición.
Cada día el Virrey buscaba el remedio a tantos males y recibía diferentes cartas en que le avisaban de la poca seguridad y peligro de los caminos y se dio cuenta que con la vacilación el disimulo y la demora, crecía mas el daño por eso le parecía mas el daño, por eso le pareció necesario ir en persona a castigar a los culpados y componer las provincias llamadas “de arriba” (hoy altiplano) reduciéndolos en obediencia, paz, y quietud de la que antes gozaba.
Refiere el virrey que el 07 de julio de 1668 se embarcó en “la capitana” para el puerto de Hilay (hoy islay) considerado en ese entonces el mas cercano al asiento de Puno, llevó consigo a Gaspar de Salcedo, a Juan de Salazar y a 240 soldados del presidio del Callao, fuera de sus criados y otras personas que le acompañaron. Nombró como jefe de campo de la gente de la milicia que lo acompañó, a don Blas Ramiro Maldonado, corregidor de Trujillo, habiendo llegado al puerto de Hilay después de 33 días de navegación, pasó a la ciudad de Arequipa y de allí al asiento de Puno a donde llevo por asesor a don Pedro García de Ovalle, Alcalde del crimen, y al Licenciado don Diego de Baeza, que ha desempeñado el oficio de fiscal en estas causas.
A su llegada tuvo noticias de que estaba ya hecha una convocatoria para resistir su entrada, emboscarlo y “cogerlo en un paraje fragoso y de difícil salida, por donde precisamente tenía que pasar” con el intento de secuestrarlo y obligarlo a conceder un indulto general para quedarse por este medio, sin castigo para continuar después con los excesos a los que con impunidad estaban acostumbrados.
Todos esto se verificó posteriormente mediante la acumulación de bastante información donde consta que Joseph de Salcedo, hermano de Gaspar de Salcedo era el autor de esta nueva sedición, probada al encontrarse una carta en la que Gaspar de Salcedo escribió a su hermano con instrucciones precisas en vista de que no se les había concedido el perdón. También se verificó que Joseph de Salcedo reforzó un fuerte cuya construcción la inició don Joseph de Avellaneda en su calidad de Corregidor de aquel asiento, fue continuado por Gaspar de Salcedo posesionándoselo Joseph de Salcedo aprovechando que se hallaba desempeñando el cargo de Justicia Mayor del Asiento contra orden expresa del gobierno que le ordenó que no prosiguiese en su empeño, más por el contrario; la guarneció con gente de su séquito, la fortificó con bocas de fuego, balas y pólvora para resistir la entrada del Virrey, quien refiere que prendió a Joseph de Salcedo y a todos los que fueron identificados como responsables de la sedición y disturbios de Laycacota y a cuyo efecto fueron sustanciadas sus causas y tuvieron el término competente para sus descargos mandando a ahorcar a Joseph de Salcedo así por las razones referidas como por hallarle culpable de organizar la sedición que se ha referido declarándolo por eso traidor a la corona con la confiscación de sus bienes y su mina.
También condenó a muerte a 64 de los más culpables de los cuales se habían ejecutado a 28 en diferentes partes del reino y en un bajel que tenía preparado en el puerto de Islay, envío 23 que no le parecían tan culpables, al presidio de Valdivia.
A criterio del Virrey, con este castigo ejemplar se comenzaron a componer las provincias y a respetar la justicia del Rey por que todos temían, incluso por este tiempo andaba un cuarterón de mulato llamado don Juan de Vargas Machuca; conocido también con el nombre falso de Domingo Rodríguez del Campo; causando temor e inquietando las tierras con muchísimos hombres que le seguían. Lo hizo acometer por tres frentes con gente de milicia y lo obligó a retirarse hacia La Paz donde fue apresado por el Marqués de Mayo, Corregidor de La Paz quien hizo justicia y remitió la cabeza del sujeto que el Virrey Conde de Lemos mandó poner en la Plaza de Puno.
Con este suceso se pacificó y sosegaron todos los puntos del Reino promulgando un bando que establecía pena de muerte a todo aquél que trajese bocas de fuego a Puno.
Hizo derribar la población de Laykakota “Sin embargo de constar de más de 2000 casas”, por haberse fabricado contra ordenanza sobre el cerro rico y bocas de las minas, y mandó hacer la población media legua del asiento minero distribuyendo solares a los vecinos con lo que vino a quedar aquella población similar a la Villa de Potosí.
El Virrey juzgaba prudente retirarse a Lima” después de haber asegurado este reino por segunda vez para la corona” (pues según su criterio lo halló con posibilidades de perderse), cuando tuvo noticias de otra inquietud en la ciudad del Cusco, ocasionada por el obispo y premisor de aquella ciudad, suscitada porque habiendo el Virrey mandado prender en Quispicanche a don Cristóbal de Ixar y Mendoza por haber matado alevosamente a su mujer, los clérigos y religiosos del Cusco se convocaron para sustraerlo de la justicia, y lo dejaron sin ejecutar, por haber sabido que lo sacaron de una iglesia en la que logró refugiarse y que de allí lo llevaron preso.
El eclesiástico pidió a don Cristóbal, y luego no lo entregó al corregidor, contradijo y puso entredichos despreciando la prohibición y cédula Real de los ochenta días, aunque ofreció caución juratoria de “no innovar” (reincidir).
Con este incidente y al escribir el corregidor del Cusco al Virrey que aquella ciudad estaba inquieta, y que en Quispicanche, quitaron dos presos de los culpados en la sedición y disturbios de Laykakota, mandando con las manos vacías a los guardas, que estaban con ellos, consideró el Virrey la necesidad de pasar al Cusco, sin embargo de estar distante más de 70 leguas del paraje en que se hallaba, y ser malos y rigurosos los caminos, no excusó trabajo ni riesgo para componer y sosegar estos reinos. Llegado a la ciudad del Cusco para significarle al obispo su desacierto y poca prudencia en haber ocasionado aquella inquietud, no obstante haberle escrito antes una carta de mucha ponderación.
Multó a dos asesores del corregidor, por que de su parecer y sin orden del Virrey entregó al preso, y exhortó al obispo al orden, a que mandase al premisor y fiscal eclesiástico compareciesen en Lima, para remitirlos a España.
Con lo cual y después de haberse informado el Virrey de algunas cosas muy de servicio de su Majestad, bajó a Arequipa, de allí pasó a embarcarse en el puerto de Islay, llevando consigo algunos presos, entre ellos Gaspar de Salcedo y Juan de Salazar, dejando otros en el Castillo y Fuerte de Puno, para que hiciesen justicia de los bandidos, que siendo llamados por edictos y pregones, no quisieron comparecer, y fueron condenados a muerte por los graves y atroces delitos, que cometieron en la sedición admitiéndoles procedan en esto conforme a derecho.
Nombró por corregidor de Puno a don Joseph Ordóñez del Aguila, caballero de la orden de Calatrava, persona independiente y de toda entereza.
Ajustadas estas diligencias, se hizo a la vela, y desembarcó en el puerto del Callao el 02 de Diciembre de 1668 muy satisfecho de haber conseguido, lo que deseaban los buenos y lo que lamentaban otros celosos vasallos y ministros del Rey, esto es, las confiscaciones de Gaspar y Joseph de Salcedo que importaron “mucha cantidad de pesos”, manifestó que esperaba, que las minas que se han confiscado han de rendir mucho fruto en los asuntos de la Real Hacienda, y con el parecer del presidente don Alvaro de Ibarra, que le informó de los buenos procedimientos de don Juan Ramírez de Orellana, corregidor de Condesuyos, dejó a este como superintendente de los ingenios y las minas de los Salcedo.
Finalmente, transcribimos literalmente la versión del Virrey respecto a sus cuentas de viaje..
“La junta general de Hacienda me señaló de ayuda de costa, para este viaje treinta mil pesos a costa de culpados, considerando los grandes gastos que había de tener en esta jornada que admitir, y de vuelta, viendo el mucho tiempo, que me detuve, la crecida familia, que llevé para guarda y custodia de mi persona, y excesivos gastos, que se recrecieron con ir de una provincia a otra y la suma tan considerable, que importa las confiscaciones, me señalaron otros treinta mil pesos, también a costa de culpados, que no quise admitir sin orden expresa de vuestra Majestad, y solo dispuse que mi contador hiciese la cuenta de lo que gasté de los treinta mil pesos, con que solo admití lo más que gasté de los treinta mil pesos que me señalaron, reservando a la justa censura de vuestra Majestad la que fuera servida de concederme, que servirá de alivio a los empeños de mi persona y casa especialmente, siendo el salario que devengo tan moderado, que apenas alcanza al sustento ordinario, sin tener más intereses, ni otro cuidado que el mayor servicio a vuestra majestad cuya C.R.P. guarde mi señor, como la cristiandad a menester.
Lima, 27 de Diciembre de 1668.
Firmado por el Virrey Conde de Lemos
GALERÍA DE MANUSCRITO ORIGINAL
LOS PUNEÑOS AL RESCATE DE LA CAPITAL DE UNA REGION IMPERIAL : EL COLLASUYO.
La historia es la narración de hechos verídicos sin embargo durante siglos celebramos una fundación española inexistente cuando ya se sabe fidedignamente que Puno ya existía a la llegada del Conde de Lemos. También existía la ciudad de San Luis de Alba como asiento minero y fuerte militar.
En el rescate de nuestra verdadera historia y nuestra identidad regional, la inmensa mayoría de puneños quisiéramos mas bien creer en el sueño milenario trasmitido a través de la leyenda fundacional del imperio por la que “el primer Inca Manco Cápac, hijo del sol y de la mamacocha titicaca desembarco en la “gran bahía” y esta no puede ser otra que la de chucuito. Allí quedaron los vestigios de su paso en el Incauyu. la fundación del asiento poblacional de Puno como capital del Collasuyo, el homenaje a sus muertos con las chullpas de Sillustani y siempre en la ruta hacia la naciente de su padre El Sol llego al cerro Huanacaure para fundar el Cuzco como capital del Tahuantinsuyo”.
Por: JULIAN BARRA CATACORA